El Príncipe de Persia (Prince of Persia: The Sands of Time) es la película pochoclera del año, o por lo menos de lo que va del 2010. Protagonizada por
Jake Gyllenhaal y basada en el videojuego cumple lo que promete.
Divertida, un poco ridícula y llena de aventuras funciona como un buen antídoto contra esas películas de acción que por concentrarse en los efectos especiales cada diez minutos se hacen aburridas y demasiado largas. Gyllenhaal es un excelente actor y acá no tiene mucho que hacer pero después de haber sacado músculos para el papel se hace creíble como héroe de acción, aunque de Persa nada.
Además tiene buena química con
Gemma Arterton (la chica de
Furia de titanes) que hace de princesa. Los actores más maduros como
Ben Kingsley y
Alfred Molina se nota que se divirtieron, sobreactuando pero de la forma en que este tipo de película amerita.
La sinopsis es simple y complicada pero la verdad importa poco por lo rebuscada,
Jake Gyllenhaal hace de Dastan, un chico huerfano que es adoptado por el Rey de Persia y una vez crecido ayuda a sus dos hermanos en las batallas. Así atacan una ciudad porque creen que se van a revelar, ahí Tamina (Gemma Arterton) es princesa. Pero ella es además la guardiana de las arenas del tiempo que nombra el título original. Esas arenas permiten retroceder el tiempo, en pequeña medida se puede hacer por unos minutos, pero si se combinan ciertos elementos se puede retroceder toda una vida.
Así ellos dos deberán tratar de evitar que el malo retroceda toda su vida cosa que causaría el fin del mundo, las arenas fueron un regalo de los dioses. Como decía, en cierto punto el argumento es una excusa para entretenerse al estilo de películas como
La Momia con Brendan Fraser y de
Los Piratas del Caribe, aunque Persia no llega a ser tan entretenida como estas películas.
Vale la pena si jugaron al juego, yo nunca jugué al nuevo pero sí al clásico en el que saltaba por edificios, pero también para el que quiera divertirse un rato viendo algo entretenido de aventuras y algunos lindos actores.
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